VIAJE
A ESTOCOLMO DE RAUL HERRERO
Todo desplazamiento, expedición o viaje a tierra desconocida guarda en la recámara una angosta incertidumbre unida al irremediable barrunto de aventura. Ya sea a país extranjero y remoto o a un poblacho vecino lindante a Calabuch. En este diario de viaje Raúl Herrero ofrece el verídico relato del periplo que el autor realizó por Suecia como editor de "Libros del Innombrable", invitado por el Instituto Cervantes. Raúl Herrero viaja a Estocolmo con motivo de unas jornadas literarias "El fin de semana del libro" ("Stockholms bokhelg") donde se presenta la novedad de la editorial "Algunos de los nuestros, un siglo y más de poesía nórdica" y se exhibe parte del inmenso catálogo de "Libros del Innombrable". Pero antes de bucear en las páginas de este libro de viajes, quiero destacar que para el Ateneo Jaqués fue fundamental presentar este libro durante la feria jaquesa. Habituados más a la temática local, yo diría que sobrealimentados e incluso desbordados, presentar este libro es romper una lanza en favor de la amplitud de miras y la universalidad de la literatura, huyendo de la endogamia y apostando por uno de los libros más aprovechables que durante este año se han editado en Aragón. Antes de comenzar con el libro y al igual que el autor, en sus primeras líneas, advierte y expone unos valiosos consejos para el viajante desprevenido yo me apresuro a prescribir para el despreocupado lector unos sencillos pero fundamentales objetos que debe adquirir antes de emprender lectura: un bolígrafo, un cacho de papel y unos pañuelos. Es "Viaje a Estocolmo" una lectura que nos hará reír de repente y sin previo aviso. Pero una risotada en modo explosión. De las que sorprenden y pueden humedecer al vecino de enfrente. (es por ello, lo de los pañuelos). El bolígrafo acompañado de su correspondiente pedazo de papel es por no perder en el olvido nombres, fechas, referentes y títulos literarios que convendrá tener en cuenta en un futuro próximo. Este cuidado volúmen, por cierto, está editado por Libros del Innombrable y con una tipografía especialmente utilizada en Suecia. Sobre el tamaño y dimensiones del libro, también el autor nos dará pistas a lo largo del relato.
Raúl Herrero durante la presentación de "Viaje a Estocolmo" en Jaca
Comienza este viaje,
como he dicho, con unos imprescindibles avisos para viajantes, sobre la clase
de ropa que se debe almacenar en la maleta (irremediablemente relacionada con
el destino y la estación), la importancia de llevar sombrero, los amuletos que
siempre debemos portar y algunas lecturas recomendables para el trayecto. El
autor abre un libro en el tren que desde Zaragoza le lleva a Madrid y
reflexiona a su vez sobre el reciente estado de confinamiento y pandemia en que
se ha sumido el mundo entero. Cita a Paco Uriz, traductor y autor de la
antología "Uno de los nuestros" y principio y valedor fundamental de
esta aventura sueca y otros amigos que esperan en Estocolmo como los poetas
Magnus William Olsson, Kjell Espmark que aparecerán en las próximas páginas. Francisco J. Uriz se ocultó el pasado año 2023 y Raúl Herrero escribió el artículo "Francisco J. Uriz: la traducción como una de las bellas artes" para el cuarto número de la revista "El eco de los libres". Continuemos con el libro. Tras explicar los motivos de su viaje y una vez ya en Madrid, Raúl Herrero
recuerda otros viajes y se detiene en el encuentro de editores y libreros
independientes "Otra mirada", en Guatemala y de paso, destaca la
importancia de la circulación libre de los libros, el problema de las
distribuidoras para terminar con una muy justificada reivindicación editorial.
Pero desde Madrid,
una ciudad de museos y librerías cerradas, Estocolmo flota permanente en el
horizonte como un lugar mítico, como una Troya, un Camelot o la Jerusalem
celeste, un lugar del que, según sus propias palabras, duda ya de su existencia
y a su vez, como un destino familiar, pues el autor se refiere al culto
escandinavo de la figura de San Jorge y la presencia de una estatua dedicada al
santo precisamente en la catedral de Estocolmo, un nexo de unión entre el país
nórdico y Aragón. Esta visión familiar de Suecia se completa más adelante,
según confiesa el autor, por la influencia materna, con la figura de Olof
Palme, a quien consideran una positiva alternativa social y política en la
década de los sesenta y setenta del pasado siglo. Dejando atrás Madrid, al fin
llega el momento avión donde, como lectores, viviremos uno de los quilombos más
desternillantes del libro. El humor es un constante que se desarrolla a través
de las páginas y que envuelve la expedición en un comedido halo de locura que,
sin embargo, es apaciguado en los momentos de conferencia y presentaciones.
Una vez en el
destino, el cielo de Estocolmo se torna en una referencia constante para el
autor que recupera y agrupa al final del libro en un poema de una estética
deslumbrante. Como deslumbrante parece ese cielo de carámbano y estrellas
congeladas en las noches blancas de Estocolmo, un cielo de agosto que se
asemejaría a un otoño en Zaragoza.
Ferrer Lerín con Raúl Herrero en Jaca posando junto a un quebrantahuesos obra de El Yako
A pesar del aspecto
familiar que ya hemos citado anteriormente, Raúl Herrero establece
constantemente las gozosas diferencias que advierte en la sociedad sueca. Por
ejemplo, los horarios. Un día empieza a las seis de la mañana con una luz que
se asemeja a las diez de España y termina, indefectiblemente, a las seis de la
tarde. Llamar a un amigo sueco a partir de esa hora es un agravio y hacerlo
pasadas las nueve de la noche ( en Suecia, de la madrugada) puede constituir
todo un delito. Otro aspecto singular del viajante en tierra extraña es el tono
de voz. Mientras el autor se cerciora de que está hablando en un tono normal,
imagina a las personas que lo rodean soportando alaridos de mono, barritos y
graznidos insoportables. En una biblioteca sueca, los lectores mueven los
labios entre ellos, asegura que están hablando, pero no se escucha ni una
mosca. Por cierto, tampoco hay moscas en Estocolmo, según acredita Raúl
Herrero. La ausencia de dinero y la lucha cuerpo a cuerpo con ininteligibles
aparatejos electrónicos también es una de las virtudes de la patria nórdica
aunque el autor comienza a sentirse en Suecia, más o menos, como en casa. En
primer lugar, el frío nórdico es más un mito que una realidad pues prefiere el
suave azote blanco de Estocolmo a la inhóspita cierzada del valle del Ebro. En
realidad, el autor culmina reconociendo que podría perfectamente instalarse en
Estocolmo los próximos cuarenta años. Sin embargo, hay una cosa que no cambia,
de España a Suecia y es que al viajante le persigue un misterioso mal, la
maldición de Madrid. Pues tampoco acierta el desafortunado visitante en el
intento de visitar los museos de la ciudad. En este caso encuentra cerrado el
Moderna Museet y tiene que contentarse, después de un vertiginoso trayecto en
barco, con las estructuras moviles de Alexander Calder. También deja constancia
el autor de la dificultad de desplazarse por una ciudad invadida por el mar,
llena de islotes, una urbe que irremediablemente se desparrama hacia el agua.
Diferencias
profundas entre la sociedad sueca y la española pero donde al final, gana el
aspecto positivo en la capital nórdica. Llama mi atención de lector,
poderosamente, la simpatía, las sonrisas y la amabilidad sueca. Cuenta Raúl
Herrero como, en un incidente involuntario, despachó varios metros por el suelo
a una señora de avanzada edad que, sin parecer herida ni lesionada, recobró
compostura, se puso en pie y prácticamente se disculpó ante su acante con una
inmaculada y amplia sonrisa, así que podemos confirmar que la antipatía, el
ánimo gris y la cerrazón del carácter en los habitantes de Suecia es más
mitología que realidad.
Durante "Viaje
a Estocolmo" suceden diversas hazañas como la narrada anteriormente que, a
buen seguro, provocarán más de una sonrisa en el lector. Pero también hay un
espacio para el objeto en sí del viaje y la actividad del autor como editor
invitado por el Instituo Cervantes a las jornadas literarias. Tanto es así que
se reproduce casi de manera íntegra las intervenciones de cada conferenciante
al respecto y si el lector aún está picado por el aguijón de la curiosidad,
descubre también en código QR unos enlaces a vídeos de Youtube donde podemos
ver estas conferencias realizadas en Estocolmo. Se detiene el autor en la
antología de poetas nórdicos "Uno de los nuestros" y en los títulos
de esta literatura que se han publicado en Libros del Innombrable, una extensa
colección. También hay espacio
entre estas páginas para los referentes del autor, por citar unos pocos,
Fernández Molina, Cirlot, Arrabal, Chicharro, Camilo José Cela, el Postismo...
historia de la literatura también en este "Viaje a Estocolmo" que representa
un amplio viaje cultural para el lector, quizá incluso más amplio que para el
propio autor.
Se despide el autor
de estas páginas con melancolía y tristeza, igual que se despide de Estocolmo
donde piensa que el único motivo para volver quizá sea su familia. También deja
una imagen onírica y nocturna de Estocolmo para el recuerdo y cierra el
contenido con un poema inédito hasta ahora, como he dicho, dedicado al cielo de
Estocolmo y otro poema incluido en su poemario "Los trenes salvajes"
y que hace referencia, entre otros, al cineasta sueco Ingmar Bergman.